miércoles, 25 de diciembre de 2019

CÓMICS Y BIBLIA


(Artículo publicado originalmente en Manchas y Ruido # 9).

Cómics y Biblia, ¡qué maravillosa combinación! Por desgracia, es una temática que no ha sido muy explotada en el mundo del tebeo. Ha habido artistas que han incluido temas religiosos en sus historias y han explorado los traumas que la religión ha dejado en sus sufridas psiques (Justin Green, Crumb, Brunetti), algunos han usado la religión como contexto para sus narrativas (Dave Sim), y tantos otros han usado la imaginería religiosa (fundamentalmente cristiana) como blanco de su ira y humor corrosivo (demasiados como para nombrarlos aquí, uno de los temas favoritos del cómic underground).



De niño, mi cerebro estaba carcomido por el miedo a dios, a Jesucristo, a la virgen María, al infierno y a toda esa mandanga. No sé muy bien de dónde venía aquello, ya que en mi casa no era algo que estuviera para nada presente. Había visto una película sobre el milagro de Fátima que me había dejado absolutamente aterrorizado y unas escenas de “Marcelino, pan y vino” que tuvieron en mi cerebro un efecto totalmente traumático. Joder, por si las imágenes de un tipo hecho jirones crucificado no fueran lo suficientemente espeluznantes, ¡además el fulano y su virginal madre realizaban espectaculares apariciones! ¡Y nada más y nada menos que a niños y niñas! Todavía recuerdo el escalofrío existencial que me producía este pensamiento y la de veces que sentí verdadero miedo al encontrarme solo.
Mi abuela sí que era muy religiosa, y tenía su casa llena de imágenes de Jesucristo. Cada cama de la gélida casa, situada en una aldea de Soria, estaba presidida por un crucifijo, y oscurísimos y horribles cuadros de representaciones de Jesús cubrían las paredes. En esa casa y ese pueblo perdido es donde realmente sentí el miedo cristiano. España profunda, violencia contra humanos y animales, misas semanales, confesiones, extraños rituales (un señor en una iglesia lavando los pies de 12 niños descalzos con agua congelada en una palangana), cánticos horribles (con la versión católica de “Blowin’ in the Wind” de Dylan como “greatest hit” eclesiástico), culpa a paletadas e hipocresía pura y dura. Varias veces fui monaguillo y leí en público “la palabra de dios”, unas historias que para mí no tenían ningún sentido, pero que por lo visto yo leía muy bien, ya que siempre era premiado en “El Bar” (misa+bar = binomio inseparable) con un refresco o un helado.
Recuerdo a mi padre en casa leyendo una preciosa edición de la biblia con unas ilustraciones increíbles. Esto me sorprendió muchísimo, ya que mi padre era (y sigue siendo) ateo. Ante mi curiosidad infantil, él me dijo que era un libro muy interesante, y que, al igual que otros libros religiosos (también rondaba por casa el Corán), era bueno leerlos e intentar entenderlos.
Como niño obediente que era, una mañana, cuando toda mi familia todavía dormía, me dispuse a seguir los consejos de mi padre y cogí el libro. Uf... solo su peso y extensión eran suficientes para quitarle las ganas de leer al más pintado, especialmente a un niño de 11 años.
Comenzar por el principio parecía una verdadera locura y una tarea titánica, pero “El Apocalipsis” sonaba bastante excitante. Además, era el último “capítulo” y tenía las ilustraciones más impactantes. Había leído “La Historia Interminable”, “Momo”, “El color de allende el espacio”, de Lovecraft, y un montón de libros infantiles de mitos nórdicos y griegos, por lo que mi mente estaba ávida de fantasía, leyendas, monstruos y magia.
No hace falta decir que no entendí absolutamente nada de ese libro (si es que hay algo que entender de ese galimatías desquiciado), pero sí que se quedaron grabadas en mi cerebro algunas imágenes: 24 ancianos sentados en sus tronos acompañados de cuatro seres llenos de ojos delante y detrás, el jaleo que se monta al abrirse el séptimo sello, las caras humanas en todo tipo de criaturas aterradoras, los ángeles convirtiendo el mar en sangre, y sobre todo la sensación de profunda extrañeza.
Porque la Biblia es un libro realmente extraño. Extraño, increíblemente soporífero muchas veces y contradictorio hasta extremos esquizoides. Pero, sobre todo, extraño.
En mi adolescencia, cuando ya no creía en nada más que en el rock’n’roll, leí los evangelios y algunas otras partes del nuevo testamento. Quería saber de qué iba todo aquello que había jodido mi cabeza durante mi infancia. Pensaba que me iba a encontrar con algo así como “Las aventuras de Jesús y su pandilla”: unos milagros por aquí, unos cuentecillos por allá...vamos, lo que te cuentan de pequeño para que te tragues el bulo.
Cuál fue mi sorpresa cuando me encontré con unos textos todavía más raros. Cortocircuito cerebral. Cada evangelio presentaba a un tipo con una personalidad distinta. A veces parecía un mártir, otras un llorón y otras cuantas el matón del colegio, con unos cambios de humor que ni Dennis Hopper en “Blue Velvet”. En otros pasajes, palabras atribuidas a este simpático personaje parecían carecer del más elemental sentido.
Casi todo el mundo entiende que el antiguo testamento es una colección de revisiones de mitos, leyes hebreas ancestrales e historias morales truculentas: David “recolectando” prepucios de 200 desgraciados en una noche como prueba de amor, circuncisiones a golpe de piedra, osos despedazando a 42 niños por reírse de la calvicie de un tipo, toneladas de incesto, sacrificios humanos, Jonás viviendo 3 días dentro de una ballena (¡igual que Pinocho!) y un dios más parecido a un asesino en serie iracundo que al “padre de todos nosotros”.
Lo que no tanta gente sabe es que el nuevo testamento también es un texto profundamente chocante. Algunos ejemplos:

Jesús realiza un exorcismo a un poseído y manda una legión de demonios dentro de 2000 cerdos que se precipitan a un lago. Tras semejante desaguisado, la gente le pide a Jesús que, por favor, se largue.

A Jesús le entra hambre, se acerca a una higuera a ver si tiene frutos, y cuando descubre que no es así, se coge un berrinche tremendo, la maldice y la seca mediante un milagro destructivo. Luego se va al templo, fabrica un látigo con unas cuerdas y echa a los mercaderes a lampreazos. A la vuelta, comprueba con satisfacción que la higuera está “seca hasta la raíz”.

Tras pasar 40 días y 40 en el desierto sin comer ni beber (¡!), “Jesús tuvo hambre”.

Jesús “avisa” montones de veces de que las personas que no crean en él y no estén con él arderán en el infierno.

En algunos pasajes se habla de “los hermanos” de Jesús: Jacobo, José, Judas, Simón y un número indefinido de hermanas sin nombre. Los expertos llevan años discutiendo si eran hermanos carnales, hermanastros o primos lejanos.

Los escolares y exégetas achacan toda contradicción a matices de traducción del griego, el arameo y el hebreo, haciendo verdaderos malabarismos y encajes de bolillos semánticos para que la idea de Jesucristo como personaje histórico que se dio unos garbeos por el planeta Tierra siga viva. Yo, pobre ateo que arderá eternamente en el infierno, poco tengo que decir de todo este asunto. Lo único que quiero señalar es que el libro más célebre de la historia de la humanidad es un objeto realmente demencial.
Los autores que presento a continuación han llevado ese aire insano y demente al medio de la historieta.




Basil Wolverton“The Bible”.
Wolverton, uno de los grandes innovadores y genios del cómic. El gran maestro de la deformidad y la caricatura más extremada. En los años 40 creó su legendario personaje “Lena the Hyena”, epítome de su estilo y prehistoria del cómic underground, y en los años 50 desarrolló para las revistas Mad y Panic un trabajo que intoxicó las mentes de cientos de niños estadounidenses. Virtuoso de lo grotesco y la distorsión más repulsiva del cuerpo humano, Wolverton fue, junto a Don Preston, el más moderno de los artistas de Mad y, en mi opinión, el Hieronymus Bosco del mundo del cómic.
La gran sorpresa es que, además de un autor revolucionario, Basil Wolverton era también un profundo devoto religioso que a principios de los años 40 se unió a un culto llamado Worldwide Church of God, del que fue ordenado ministro. Wolverton predicaba las enseñanzas de la Biblia a una pequeña congregación en Portland, y su vez, compaginaba sus cómics “seculares” de humor demente y ciencia ficción con un dedicado y serio trabajo ilustrando el Antiguo Testamento y El Libro de las Revelaciones para revistas y panfletos religiosos (no quiso ilustrar los evangelios porque pensaba que representar a Jesucristo suponía romper el segundo mandamiento).
Pasó 20 años (1953-1974) involucrado en esta tarea, durante los que publicó más de 600 ilustraciones (la mayoría para la revista “The Plain Truth”) que él consideraba su obra más seria y su gran legado.
Es en estos dibujos donde Wolverton reveló su genio y dominio absoluto de la forma y la técnica. Sus maravillosos e intrincados dibujos muestran el amplio espectro de las emociones humanas en todo su esplendor y crudeza. Pocas veces se han ilustrado los desastres bíblicos de una manera tan aterradora (la experiencia de Wolverton dibujando cómics de terror le facilitó la tarea) y a la vez hermosa.
A mediados de los 50 dibujó lo que, para mí y tantos otros fans de Wolverton, es su gran obra maestra, El Libro de las Revelaciones. Una treintena de ilustraciones apocalípticas absolutamente asombrosas y espectaculares que representan catástrofes nucleares, tormentas de aviones de pasajeros cayendo sobre un planeta devastado, tsunamis gigantes y maremotos (Wolverton es un genio dibujando la violencia del mar), plagas de ampollas, volcanes y terremotos, mutantes y, sobre todo, el terror, el sufrimiento y la desesperación de la gente. El Apocalipsis de Durero filtrado por el pánico al holocausto nuclear del siglo XX.
Fantagraphics recopiló en 2009 todo el trabajo religioso de Wolverton en un libro precioso llamado “The Wolverton Bible”, uno de mis libros favoritos desde que cayó en mis manos y, en mi opinión, el mejor híbrido de cómics y religión de la historia. Wolverton soñaba con ser recordado por estos dibujos increíbles y los consideraba su gran legado. Cuando esas imágenes se introducen en tu cabeza es imposible olvidarlas.













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Robert Crumb. “The Book of Genesis”.
Crumb es mi artista favorito desde que lo descubrí a los 21 años. Libros y libros de sus cómics increíbles llenan mis abultadas estanterías. Mis propios dibujos están tan influenciados por él (y por Pascal Doury) que muchas veces me dan ganas de disculparme. Crumb ha sido mi escuela de dibujo, sus imágenes están tan grabadas en mi subconsciente, que cada vez que cojo mi 0.1 y empiezo a dibujar sé que estoy siguiendo inevitablemente sus pautas estilísticas.
Además, Robert Crumb representa el triunfo del marginado. Un tipo inadaptado con serios problemas personales que se convierte en héroe de la contracultura más “in” haciendo siempre lo que le da la maldita gana.
Sus joyas se cuentan por docenas, imposible enumerarlas aquí.  Sus trabajos de finales de los 70 y de los 80 son el mejor catálogo de cómics de la historia, en mi opinión. Dos páginas de Crumb de su era dorada tienen más profundidad y contenido que el 99% de novelas gráficas de los últimos 40 años.
Por eso me cuesta tanto decir esto de su “Génesis”. Por primera vez en su vida, Crumb se involucra en un cómic de gran extensión (hasta entonces no había pasado de la veintena de páginas) y se pasa 4 años ilustrando los 50 capítulos del Génesis versículo a versículo.
Como no podía ser de otra forma con un maestro del dibujo como Crumb, el resultado es gráficamente deslumbrante, pero...tremendamente aburrido. 244 páginas de hombres barbudos apenas diferenciables entre sí. Es cierto que Crumb avisa en el prólogo que el “Génesis” es un libro que para él contiene la palabra de los hombres, no la palabra de dios, y quizás por esto creó una obra tan prosaica.
No me malinterpretéis, Crumb es uno de los pocos autores de cómic tocados por el genio, y poder disfrutar de 244 páginas llenas de sus dibujos es un regalo, pero mentiría si dijera que no he bostezado de hastío intentando hincarle el diente a este libro. Tengo ahora a mi lado el Génesis de Crumb y la Biblia de Wolverton, y comparar el primero con las alucinadas y vibrantes visiones del segundo resulta casi doloroso.
Esta no es una opinión muy popular, y en casi todas las páginas y revistas de crítica de cómic se habla de este cómic como la obra maestra de madurez de Robert Crumb, pero para mí no hay comparación posible con joyas como “Uncle Bob’s Mid-life Crisis”, “That’s life”, “Patton”, “The Religious Experience of Phillip K. Dick” o “Ain’t it nice”.

















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Chester Brown. “Gospels: Mark, Matthew”.
En 1987 Chester Brown emprendió la colosal tarea de transformar los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento en un cómic serial dentro de su revista “Yummy Fur”. Comenzó por el de Marcos (“Mark” en el original de Brown), que terminó en dos años, y siguió con el de Mateo (“Matthew”), que dejó inacabado en 1997.
Tres años antes, Chester Brown había comenzado a publicar una nueva serie llamada “Underwater”, un cómic realmente extraño incluso para sus estándares. El cómic narraba la historia de dos hermanas desde su nacimiento desde el punto de vista subjetivo de una de ellas. Al ritmo al que avanzaba la historia, la cosa iba para largo y presagiaba dejar los 300 números y 27 años de “Cerebus” (cómic del que Brown es un gran fan) en un microrrelato.
Por desgracia, en 1997 finiquitó “Underwater” y los Evangelios al mismo tiempo, cargándose de un plumazo mis obras favoritas del autor de “Ed, the Happy Clown” (uno de los cómics que aplastó mi cabeza hace casi dos décadas).
Chester Brown es un tipo bien extraño. Una persona extremadamente educada y amable (dueño de una de las mayores catástrofes capilares del negocio) que ha dibujado algunas de las cosas más raras e inquietantes del mundo del cómic. Técnicamente, muy poca gente está a su altura, el tipo es un dibujante y narrador entre un millón, un talento natural capaz de realizar virguerías y verdaderos triples saltos mortales en sus cómics. Sus Evangelios forman parte del panteón de cómics más singulares que existen.
Brown se crio como cristiano baptista, aunque por lo visto, su fe va y viene, así que comenzó a dibujar los Evangelios para intentar averiguar cuáles eran realmente sus creencias al respecto. Al contrario que la literalidad de Crumb, la adaptación de Brown se permite algunas licencias, e incluso introduce un polémico texto no canónico, El Evangelio Secreto de Marcos, que en su primer fragmento muestra a Jesús resucitando a un joven en Betania.
Tras completar “Mark”, Chester Brown toma impulso y, mientras está finalizando “Ed, the Happy Clown”, comienza a adaptar el evangelio de Mateo. El evangelio de Marcos es precioso, y adquiere especial valor por ser el único que completó, pero en “Matthew” su estilo y control del dibujo explota, su línea se vuelve más firme y dura, como el propio Jesucristo que representa, y sus dibujos alcanzan cotas elevadísimas de inspiración (su enajenado Juan Bautista y su estremecedora representación de los discípulos son realmente magistrales).

En “Matthew”, Chester Brown realiza una de las más brillantes representaciones del mundo en que supuestamente vivió Jesús. Puedes sentir la pobreza, la desgracia y la miseria de la gente que le rodea. Brown trata esos personajes con un cariño y una empatía sobrecogedora. Uno de los detalles más brillantes de la adaptación es que Jesucristo aparece como un gigante al lado de sus discípulos, que se muestran casi como niños desvalidos y desorientados. Es un gran golpe de efecto que posiciona al lector dentro del mismo plano subjetivo de esa gente que parece no entender bien lo que está pasando con ese hombre que habla extrañas adivinanzas y parece tener poderes sobrenaturales.
Es una tragedia que Chester Brown abandonara algo tan increíblemente precioso y único. La belleza de estos cómics es estratosférica, sus viñetas desprenden una vibración casi etérea, y su maestría inyecta un aura mística y mágica a los textos en los que se inspira. Para mí, junto al anteriormente citado “Ed, the Happy Clown”, representa su gran obra maestra, aunque él mismo esté en total desacuerdo (como dijo hace un par de años cuando estuvo en Madrid).
Desde “Louis Riel”, su fama y reconocimiento se han disparado (merecidamente) y cada uno de sus libros es celebrado como un acontecimiento único en el mundo del cómic. Sus últimas obras son interesantísimas y brillantes, pero yo no puedo dejar de pensar en lo increíble que sería que acabara sus Evangelios. Junto a “Underwater”, conforman una especie de “SMiLE” del universo gráfico y provocan en mí una absoluta fascinación enfermiza por la obra inacabada, siempre llena de misterio y ensoñación.
María Lloró a los Pies de Jesús”, el último cómic de Brown (también inspirado en pasajes bíblicos), es una pequeña maravilla, quién lo duda. Pero al lado de su adaptación de los Evangelios, se muestra como una perfecta miniatura ensombrecida por una pirámide de 300 metros de altura a medio hacer.
No parece que Brown tenga intenciones de reeditar este trabajo, así que la única manera de hacerse con estos cómics prodigiosos es buscando los números de “Yummy Fur” y “Underwater” originales en el mercado negro. Merece totalmente la pena.




























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 Kim Deitch. “A Shroud for Waldo”. “The Story of Job”.
Al igual que Wolverton, Crumb BrownKim Deitch es otro de los gigantes del cómic, en mi opinión, el mejor artista surgido al calor de la explosión underground de los 60, para mí solo comparable a Robert Crumb.
The Boulevard of Broken Dreams” y “Stuff of Dreams” (publicado posteriormente bajo el nombre “Alias the Cat”), sus mejores obras, son dos majestuosas catedrales de metaficción visionaria y nostálgia psicodélica, dos libros sin precedentes en la historia del cómic.
Deitch comenzó a dibujar a su legendario Waldo, el gato demoníaco, a finales de los años 60, y lo ha introducido en todas sus grandes obras hasta la fecha.
En 1988, Deitch dibuja para el número 24 de la revista Weirdo una extraña historia llamada “Mrs. Holla and the Magic Ring!”, luego recopilada en el librito “All Waldo Comics”. El cómic, protagonizado por un alcohólico llamado Buster Broun y su hija Edie, no parece tener ninguna relación con el gato Waldo, y para más inri, termina de forma abrupta dejando una enrarecida sensación.  
En 1989, comienza a publicar para el periódico L.A. Weekly una serie llamada “A Shroud for Waldo”, que terminará en 1990. En esta serie se desvela el misterio y la relación de “Mrs. Holla” con la cosmología y el imaginario característico de Deitch, en uno de los saltos narrativos más excitantes que he tenido la oportunidad de leer. Deitch no crea historietas autoconclusivas o series al uso, su narrativa vanguardista conforma un extenso mapa espaciotemporal plagado de puntos de fuga al que va añadiendo detalles cómic a cómic. Una Capilla Sixtina en formato historieta.
No quiero desvelar aquí el argumento de “A Shroud of Waldo”, porque su lectura puede suponer una experiencia única para cualquier persona interesada en el cómic de vanguardia. Es una historia que he releído decenas de veces y continúa dejándome estupefacto. En ella, Deitch revela el origen de Waldo en 50 páginas ALUCINANTES que representan uno de los cómics más extraños e imaginativos de la historia (como ya comenté brevemente en el número anterior de Manchas y Ruido).
Jesucristo, mujeres engendrando espeluznantes criaturas, Judas, invocación de seres infernales en el antiguo Egipto, planos dimensionales que contienen todo lo que el ser humano alguna vez ha imaginado, ángeles y demonios, crucifixiones que salen de estómagos de borrachos...un auténtico delirio, un cómic perturbador, una explosión sin límite de imaginación e ideas.
 Un par de años antes de todo esto, Kim Deitch adaptó el Libro de Job para una recopilación de cómics llamada “Outrageous Tales from the Old Testament”, donde también aparecen Hunt EmersonNeil GaimanAlan Moore y Julie Hollings, entre otros artistas.
La adaptación de esta extrañísima y sádica historia es una pequeña preciosidad fiel al texto bíblico en la que Deitch brilla especialmente dibujando a Satán y al behemot que dios manda a Job para mostrarle su inmenso poder.
The Story of Job” no es ni mucho menos una de las grandes obras de Kim Deitch, pero es un verdadero placer leer cualquier historia de este genio infravalorado que, a sus 75 años, está en la cima de su talento y fue capaz de superar a tod@s sus compañer@s de oficio en el último número de la antología de cómic de vanguardia Kramers Ergot.


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Rick Griffin.
Uno de los históricos del movimiento gráfico psicodélico y el cómic underground estadounidense. Junto a Stanley Mouse, Victor Moscoso, Alton Kelley y Wes Wilson, formó parte de los llamados “Big Five”, los grandes genios del póster psicodélico, y posteriormente formó también parte del colectivo de revolucionarios que Crumb agrupó en su mítica revista Zap Comix.
Sus ácidas visiones cósmicas cargadas de simbolismo, su sobrehumana técnica y su dominio de la tipografía han permeado en gran parte de la cultura de finales del siglo pasado. “Man from Utopia” y “Tales from the Tube” son híbridos únicos de cómic vanguardista y arte psicodélicos, dos de los artefactos más importantes salidos del estallido underground.
Griffin siempre tuvo fascinación por la imaginería cristiana (entre otras muchas, ya que estaba obsesionado con el poder de los símbolos), e incluyó imágenes de Jesucristo en su trabajo desde sus inicios como uno de los artistas surf definitivos.
En 1970 se convirtió al cristianismo y su arte se transformó cargándose de contenido bíblico.
Sus compañeros de Zap no se tomaron muy bien la iluminación religiosa de Griffin, y Spain, Crumb, S Clay Wilson y Robert Williams llegaron a planear un secuestro para, en sus propias palabras, “traerle de vuelta al redil”.
El arte religioso de Griffin es realmente extraño y singular. Iluminaciones refractadas en una vidriera translúcida de ácido lisérgico. Según Crumb, que admiraba enormemente el arte de su compañero, Griffin “vivía en su propio mundo, o más bien en su propia mitología. Incluso siendo un Jesus freak, estaba en su propia, romántica y enloquecida visión. Aseguraba que la Biblia decía que la Tierra había estado poblada por una raza de gigantes. Cosas así. Creo que incluso encontró referencias al surf en la Biblia – cosas que nadie más veía”.
Uno de sus primeros cómics puramente religiosos fue “For God so loved the world”, publicado en 1974 en Zap Comix # 7, cuatro hermosísimas páginas extrañas y enigmáticas que ilustran de forma heterodoxa uno de los pasajes más conocidos del Evangelio de Juan.
En 1980 publicó para el periódico cristiano The Word of Today sus maravillosas ilustraciones del “Gospel of John”, la cima creativa de su arte religioso, una colección de disidentes interpretaciones centelleantes del Nuevo Testamento. ¡Ojalá todo el arte cristiano fuera tan mágico!
Durante los 80, trabajó como director artístico para el bizarrísimo sello musical Maranatha! Music, y en 1991 publicó un premonitorio dibujo de él mismo postrado a las puertas del cielo bajo moléculas en proceso de formación llamado “Heaven’s Gate”. Poco después moriría en un accidente de moto, truncándose así la obra de uno de los grandes artistas visionarios del siglo XX.












































sábado, 14 de diciembre de 2019

25 AÑOS DISCOS ALEHOP! - EXPOSICIÓN Y CONCIERTO



¡ÚLTIMO gran evento! ¡FIN del espectáculo!

EXPOSICIÓN de cacarteles y ACTUACIÓN musical en Marcablanca.

En octubre de este año, Jose Atomizador comunica en su fanzine Manchas y Ruido que Discos Alehop! cumple 25 años, un buen gancho promocional noticiable para cualquier empresa discográfica que nosotros, ajenos a santorales y fiestas de guardar, habíamos pasado por alto.

Cuando Blanca me propuso hacer una perfo en su biblio multiusos pensé inmediatamente en la cartelería de conciertos y variedades que fuimos generando y acumulando desde que empezamos a dar recitales, mucho antes de que naciera el sello en 1994. Por lo tanto, en la expo también se pueden ver cacarteles y octavillas de Los Calambres (1987), Patrullero Mancuso (1992) o Electric Garden (1992?).

Para redondear y dotar al magno evento del empaque propio de este tipo de manifestaciones culturales, hemos decidido convertirlo en una cosa multimierda gracias a la actuación musical de dos estrellas de la canción vinculadas a la comuna Alehop: el Capitán Entresijos y Atomizador.

Sábado 21 de diciembre a las 13hs en Marcablanca (Calle de las Peñuelas, 33).

(Texto y cartel por Murky).